Tuesday 14 July 2009


Poetas hebreos en la corte
del monarca marroquí
Ali ibn Yusuf (1106-1143)
Shlomó Avayou

Casualmente, por estar incluido en el Diván (=colección de las obras) de Yehudá Haleví (Tudela, c. 1075-Egipto, c. 1141), con la respuesta poética de este gran maestro de la poesía hebreoespañola nos ha llegado este poema escrito por don Shlomó (Abu Ayyúb) Ibn Almuallim (Sevilla, 1080-Marrakesh, 1160), que he traducido del hebreo original. Se trata de la única obra conocida de este poeta casi ignorado, la cual, sin pretensiones de ser una obra maestra, está provista de gracia y candidez.
La poesía hebrea en la península Ibérica fue creada en medio milenio (siglos X-XV) y su historia forma parte del patrimonio cultural judío e hispánico. El poema de Ibn Almuallim, fruto de uno de los “artistas menores”, al margen de los grandes nombres clásicos, nos sirve para evaluar el notable desarrollo cultural de la sociedad española musulmana, cristiana y judía, que produjo la “Era de Oro”.
Según el uso de aquellos días en la Andalucía musulmana, los poetas árabes, y sus seguidores judíos en las artes de la palabra, acostumbraban intercambiar cartas escritas en la más escrupulosa métrica y las más rígidas reglas de la poesía. También en las tertulias y campeonatos literarios que se festejaban normalmente en los jardines y patios, acompañados con música, bailarinas y abundancia de vino, si a un participante le dirigían un poema, este último tenía que improvisar una respuesta poética empleando el mismo estilo y la misma métrica utilizada por su adversario. Esta tradición introducida a la península ibérica desde el Oriente semítico, tendrá, en los siglos siguientes, muchos seguidores en las literaturas cultas y populares de todos los pueblos hispánicos.
En una de sus visitas a España, Ibn Almuallim envió el poema a Haleví, a quien conoció años atrás recién llegado de Castilla. Sabemos de la respuesta de Haleví y de un amigo más. Para el momento en que llegó el poema el destinatario no se encontraba en la ciudad, por lo que fue recibido y contestado por otro afamado miembro de la tertulia literaria granadina de entonces: Moisés Ibn Ezra (Granada c. 1055-Norte de la península, c. 1140), y así logró Ibn Almuallim recibir dos respuestas en lugar de una.
Durante su estancia en Marruecos Ibn Almuallim mantuvo correspondencia con Andalucía, desde donde recibió un poema laudatorio de mano de otro gigante de las letras hebreas de entonces, Abraham Ibn Ezra (Tudela, 1092-fuera de España, 1167).


* * *

Poema de amistad a Yehudá Haleví


¿Será la nube que se derrama o serán mis ojos?
¿Se incendia el relámpago o esa conmoción en mis entrañas?
¿Es el rostro de Yehudá o es la luna que ilumina?
¿Será esta su luz o, quizás, el fulgor del mediodía?
Paladín de sabiduría, que en las luchas
demostró su proeza intelectual, ejemplar.
La alegría que era tan nuestra en su compañía
desapareció después de su despedida de mí.
La luz de mis días por él se eclipsó
y mi albor se volvió crepúsculo.
Latían nuestros corazones al unísono
y al irse, el mío, se partió en dos.
Arrebató como prenda mi alma, a pesar de que Dios
no admite semejante abuso con el afligido.
Tan escasa la tranquilidad en mi alma,
y tan abundante esa congoja en mi corazón.
Adornos de mi alma, al dejarme, se vuelven andrajos,
y el velo de aflicción la esconde de las miradas.
He aquí este poema mío atestiguando
que por tu ausencia las lagrimas saturan mis mejillas.
Si no estuvieran mezcladas con mi sangre,
no podrían las nubes contener tanta agua.
No obstante, lo escribí con ojos llorosos
frente a este Tiempo envidioso de nuestra amistad.
Te saludo, compañero, y muy dolido
tu vagabundeo amargamente deploro.
Mucho más allá de lo que me dijeron
me impresionaste al verte cara a cara.
Como los ángeles que sorprendieron a Jacob, el patriarca,
me sorprendieron las obras de tu mente.
Hasta que dije: qué bienaventurada Castilla, esa tierra
que te acogió como un hijo ilustre.
Con el llanto amargo de Jacob por el exilio de José,
su hijo, en Egipto, a ti, en Granada, te añoro.

* * *
Médicos, poetas y más

Además de poeta, diplomático, cortesano y médico, Ibn Almuallim fue Nasi (= presidente) de las comunidades judías y honrado con el título Vezir, que para entonces significaba “ciudadano ilustre” y no necesariamente “ministro”. El famoso filósofo, Maimónides, quien conoció al hijo de Ibn Almuallim, nos cuenta que su fama era tan grande que el mismo sultán marroquí, gran monarca de los Al Murabittun (= los Moravedíes), ‘Ali Ibn Yusuf, Ibn Thashpin, fundador de Marrakesh en 1062, lo invitó desde Sevilla a su nueva capital norteafricana, junto con otro medico judío, Abu Hasan Meir Ibn Kamniel.
La siguiente anécdota nos demuestra que los Moravedíes no eran tan fundamentalistas y oscurantistas como los describen algunos historiadores españoles: el monarca musulmán, quien sentía afecto por sus médicos importados de Andalucía, tuvo interés en enterarse de las interpretaciones judaicas del los Cantan de los cantares. Ibn Almuallim opinó que era un tratado sobre el amor entre pastores y pastoras, lo que escandalizó a su compañero Ibn Kamniel. Para éste, tales explicaciones eran una peligrosa herejía e insistía en que dicha obra es una alegoría de las sagradas relaciones entre Dios y su pueblo elegido.
Los historiadores nos dan pocos detalles más sobre don Kamniel: su alegre y dichosa juventud discurrió en Granada. De ahí tuvo de huir después del año 1090, al caer la ciudad bajo el poder de los Almoravedíes. Como consecuencia de esta invasión pasó unos azarosos años vagabundeando en Castilla, Navarra y Aragón. Uno de sus admiradores le dedicó un poema, felicitándolo al volver de Portugal a Toledo. En él lo alaba como ministro y como “Alhakim (= medico).
Ibn Kamniel llegó a ser uno de los ricos de su Aljama (= Judería) y, entre otras misiones diplomáticas, fue mandado a Portugal por el rey cristiano: este país fue separado pocos años antes, en 1095, del reino de León y dado por Alfonso VI a su yerno, el príncipe de Burgundia. Es probable que Ibn Kamniel fuera mandado allí por Alfonso VI. Al volver de Portugal, no tardó en casarse con su novia.

Abu Ayyub... y “los hijos de Job”

Tengo que confesar que la selección del poeta Shlomó (Abu Ayyub) Ibn Almuallim, se debió también a un capricho particular, que tiene que ver con el origen de mi nombre y apellido.
Como descendiente de los expulsados de España que se refugiaron en el Imperio Turco Otomano, me sedujo la idea de buscar los orígenes de nuestro apellido, derivado de la antigua alcurnia árabe de Abu Ayyub (= Padre de Job). Las peripecias de mis antepasados quedaron registradas en mi libro Los hijos de Job, todavía inédito. No, no soy descendiente del poeta Ibn Almuallim, ni tampoco del mucho más famoso Shlomó Ibn Gabirol, también conocido entre sus contemporáneos con la alcurnia de Abu Ayyub, quien nunca contrajó matrimonio ni tuvo descendientes.
Lo cierto es que hasta el siglo XII, siguiendo la nomenclatura árabe, un judío llamado Shlomó se conocía fuera de la sinagoga con su alcurnía (de aquí en ladino alkunya) o “equivalente” árabe “Abu Ayyub”. Al refugiarse estos “judíos arábigos” en los reinos cristianos del Norte, donde se desconocían las sofisticaciones de la cultura musulmana, esa alcurnia se convierte en un apellido para toda la familia. La documentación más antigua del apellido “Avayu”(!), en caracteres latinos, aparece en una lista de pagadores de impuestos al rey de Navarra. Esta lista, fechada en 1258, la encontré en el primer tomo de Navarra Judaica, obra compilada por el profesor Juan Carrasco, de Pamplona, España.
Cabe advertir que la búsqueda de antepasados tiene sus riesgos: nadie te puede asegurar que encontrarás sólo poetas, médicos o elocuentes cortesanos: en una carta del rey de Aragón a su Baile (=representante) en Valencia, mandada en marzo o abril del año 1324, se habla de dos hermanos, Yoséf y ...Shlomó Abu Ayyub(¡), que atacaron a Samuél, hijo de un “mercader de trapos”, litigado con su padre ...y lo asesinaron en “el mercadal” de dicha ciudad, en plena luz del día... ¡Que horror!

Este articulo se publico en Maguen-Escudo, Caracas, 1999?
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