Friday 10 July 2009

Del exorcismo hasta la histeria

Del exorcismo hasta la histeria

Traducción del cuento e introducción: Shlomó Avayou

Es ampliamente conocido y admirado el legado de la poesía hebrea medieval, me refiero a la poesía creada en la Península ibérica en la Era del Oro (siglos XI-XIII). Menos conocido y menos apreciado es el legado del cuento hebreo de aquella época y de los siglos más tardíos, a pesar que no es despojado de gracia, de humor y de estética.
El critico literario israelí y uno de los editores de Keter, en Jerusalén, Jayyím Pesáj, recopiló y publicó una valiosa y anotada selección de semejantes cuentos titulada: “El caballero, el espíritu y la virgen – antología de cuentos hebreo medievales”, versión que utilicé para ésta traducción al castellano de nuestro cuento. Pertenece al variado genero de cuentos mágicos, un genero que floreció en Safét en la época de los gran místicos Isaac Luria (1535?-1574?), y de principal discípulo, Jayyím Vital ( 1540?-1590?) y que logró a tener una amplía circulación popular.
Más tarde, el genero será conocido en Europa Oriental, como cuentos de dibbuk, es decir, malos espíritus que poseen, preferiblemente mujeres extrañas, y de vez en cuando, alguna doncella virgen. Este genero literario de leyendas de santos, hacedores de milagros esta dotado con un aparentemente sencillo, pero atractivo, no carente de humor. Por ejemplo: el fantasmagórico ex talmúdista y parlanchín, pretende comprender, mejor que el rabino exorcista, un versículo bíblico... o la implicada burla contra los judíos iraníes de parte de los judíos otomanos.
Muchos de estos textos son traducciones o adaptaciones de la literatura del ambiente musulmán o cristiano de la época. En clara contradicción a la piadosa opinión de nuestros ultra religiosos, que “nunca fuimos contaminados por las literaturas profanas y pecaminosas de los gentiles”, un sinfín de documentos prueba lo contrario. Nuestros curiosos eruditas y, no menos importante, las masas judías de las Juderías sefardíes, medievales como renacentistas, eran ávidos consumidores de la literatura popular de su época. La circulación masiva de esta literatura era, naturalmente en el idioma vernáculo de las masas judías, Ladino, en este caso. Eruditos medievales han tomado la pena de traducir esos cuentos al hebreo, con alguna apologética o excusa “didáctica”. Uno de ellos nos recomienda, en el año 1279(¡), la lectura de las abigarradas aventuras de los caballeros del rey Arturo, nada menos, que para mejorar la salud y... hacer penitencia (¡).
Nuestro cuento, como muchos otros, es anónimo y fue recopilado en varios manuscritos. Aparte de glorificar a los afamados místicos de Safét, ya bajo el dominio Otomano desde el principio del siglo XVI, atrae nuestra atención a la desesperada situación de la mujer sefardita en aquellos entonces. El exorcismo practicado a menudo en los siglos XVI-XVIII, en las Juderías balcánicas y orientales da pleno testimonio de la deplorable represión de la mujer en estas sociedades. Solteras, viudas, divorciadas, no mencionar las desesperadas agunot (=abandonadas por maridos “desaparecidos”, muchas veces por propia devoción... que las dejaban enterradas en vida décadas completas), eran marginadas o acusadas de hechicería (en nuestro cuento... de herejía religiosa, bastante sorprendente). La represión socio psicológica estallaba en desordenes mentales. En el siglo XVII, como uno de los resultados del falso mesianismo de Shabetay Zeví (1630?- 1710?), acompañado por un desenfrenado comportamiento sexual, ocurrieron casos de histeria colectiva de grupos de judías extasiadas y medio desnudas, “profetizando” en las calles de Estambul... Todo esto, en un ambiente musulmán conservador por excelencia, que no comprendía nada de esta locura contagiosa entre sus tan pacíficos y obedientes ciudadanos judíos, encerrados, en tiempos normales, dentro sus juderías...(Caracas, 1999)

* * *
El espíritu de la viuda posesa

Ocurrió un emocionante incidente con una mujer posesa en la época de nuestro maestro rabino, el divino Cabalista, su eminencia rabí Isaac Luria Eshkenazi, bendita sea su memoria. Y esto para que se sepa y se declare que hay ley y hay juez y nada es olvidado ante Su Trono, bendito sea, a todos juzga con rectitud y con justicia, paciente con los malvados, pero, se recauda de ellos.

Y así ocurrió lo ocurrido. En la época del rabino santo y puro, el divino cabalista, su eminencia, nuestro maestro rabino (conocido como el León Santo), rabí Isaac Eshkenazí, de bendita memoria, en Safét, ojalá Dios vuelva pronto a reconstruirla, vivía una mujer viuda posesa por un espíritu que la torturaba y le hacía sufrir. Muchos la visitaban y conversaban con él, le preguntaban y él les respondía conforme sus preguntas. Mientras así entró un Jajám (=sabio, rabino sefardí), discípulo del León Santo, que se llamaba jajám Yoséf Arsin. El espíritu se apresuró a recibir al jajám con: “¡Bien venido sea mi maestro y mi rabí! ¿No se recuerda su Merced de mí, que fui, por largo tiempo, su alumno en Egipto? Me llamo fulano de tal, y mi padre zutano, ambos naturales de Egipto.” El jajám lo conoció y se fue.
Al ver los familiares de la mujer el sufrimiento y el dolor de ella, que se agravaron mucho, fueron al rabino, a su eminencia, a nuestro maestro rabino, rabí Isaac Luria, bendita sea su memoria, para exorar que exorcice el espíritu de la mujer. Siendo que no tenía tiempo libre en aquella hora para ir, mandó a su discípulo, a nuestro maestro rabino, rabí Jayyím Vital, bendita sea su memoria, entregándole kavaná beshemót (= formulas de meditaciones y mantras) le exigió que decrete contra él anatemas y juramentos y lo exorcice a su pesar.
Al asomarse nuestro maestro, rabí Vital en la entrada de la casa, la mujer volteo de repente su mirada hacia la pared. Le dijo nuestro maestro rabí Jayyím, bendito sea su memoria: “¡Malvado! ¿Por qué volteaste tu mirada de mí?” Le respondió el espíritu diciendo: “No puedo mirar su rostro siendo que está vedado para los malos mirar el rostro de la Shejiná (=la Divinidad).” De repente decretó nuestro maestro rabí Jayyím Vital que voltee su mirada, y pronto hizo así. Siguió rabí Jayyím hablando y le preguntó: “¿Cuál fue tu pecado y tu delito que fuiste castigado tan severamente?” Respondió diciendo: “Adulteré con una mujer casada y tuve hijos mamzerim (=bastardos, religiosamente impuros). Hace unos veinticinco años que vagabundeo dolido así sobre la faz de la tierra. Ningún reposo para mí siendo que tres ángeles de destrucción me acompañan dondequiera que vaya, me castigan y proclaman delante de mí: “¡Esto se lo merece el que aumento a los bastardos en Israel!”. Eran esos los tres ángeles de destrucción aludidos en el versículo “encomienda sobre él a un maldito, Satanás será su compañero etc.” En continuación le preguntó el espíritu a rabí Jayyím Vital: “¿No ve su Merced un ángel a mi derecha, otro a mi izquierda, mientras me latiga el tercero y me imparte una tremenda paliza?” Respondió rabí Jayyím Vital ”Pues, ¿no nos han enseñado nuestros sabios, bendita sea su memoria, que ´durará el castigo de los malvados en el Gueinom (=infierno) hasta doce meses?´
Advirtió el espíritu diciendo: “Se equivocó su Merced en la interpretación de dicho versículo. Eso que dijeron nuestros sabios, bendita sea su memoria, ´durará el castigo de los malvados en el infierno hasta doce meces hay que interpretarlo, después del sufrimiento por sus delitos fuera del infierno. Solamente entonces los reciben en el infierno y allí permanecen doce meses. Los blanquean y los lavan de sus pecados para limpiar las manchas de su alma, para que puedan integrarse luego en el paraíso. En semejanza al médico experto que trata al principio la llaga con medicamentos fuertes y ácidos, que consumen la carne viva de la llaga, antes de poner sobre ella unciones y emplastos que enfrían la carne y la hacen recuperar. Así es el asunto del Gueinóm. El sufrimiento en él no llega ni a uno en sesenta de lo que sufre el alma antes de entrar ahí.”
Luego le preguntó rabí Jayyím cómo fue su muerte. Dijo: “Morí estrangulado. Pese a la abolición de las cuatro formas de ejecución (aplicadas por el antiguo Sanedrín: lapidación, cremación, decapitación y ahorcamiento), la ley de dichas ejecuciones no fue abolida. Y así, zarpando de Alejandría en un abarcamiento con destino a Roseta, se atropello nuestro barco donde el río Nilo se desborda al mar. Ahí naufragó el barco que yo monte y me ahogue con él”
Se dirigió a él su eminencia, nuestro rabino, rabí Jayyím Vital, bendita sea su memoria: “¿¡Y por que no pronunciaste la confesión y admitiste tus pecados mientras salía tu alma de tu cuerpo, tal vez eso te ayudaría?!
Contesto el espíritu diciendo: “¡Desgraciado de mí! No tuve tiempo para confesar, porque de repente me estrangularon en mi garganta. Y además, en el naufragio perdí la razón.”
Preguntó el rabino, entre otras: “¿Que pasó después de la salida de tu alma?”
Respondió el espíritu y dijo; “Sepa Su merced, que la noticia del naufragio se difundió en Roseta, Pronto salieron los judíos de Roseta a las orillas del río y sacaron a todos los muertos judíos para enterrarlos en el cementerio. Mas, al dejar los judíos el cementerio se presentó un ángel cruel con un cetro de fuego en su mano y latigó con aquel cetro sobre mi sepulcro. Aquel latigazo resultó tan grande y enorme que la tumba se partió en dos. De inmediato me dijo el ángel: “¡Malvado! ¡malvado! Levanta y preséntate al juicio!” Pronto me tomó y metiéndome en su honda me lanzó de un tiro desde Roseta hasta la entrada del infierno en el desierto. Apenas caí cerca de la entrada del infierno, salieron de él una miríada de almas de malhechores condenados al fuego, todos gritando y maldiciendo: “¡He aquí un pecador sanguinario! ¡Sal de aquí malhechor, vergüenza de Israel, no mereces aún integrarte aquí, ni tampoco tienes el permiso de asomarte al infierno!”
Entonces me fui, deambulando de un monte a otro, de un cerro a otro, y la triada de ángeles devastadores andando siempre conmigo, sin dejar de anunciar (mis pecados) y de azotarme. Otros diablos, sintiendo el pregono, venían y añadían sus latigazos también, uno agarrándome por aquí y el otro agarrándome por allá, hasta que todas las vértebras de mi alma estaban casi derramadas. Así continué mi vagabundeo hasta que llegue a Hormoz, una gran ciudad cerca de India, ahí, allende de Babilonia. Tenía intención de invadir algún cuerpo judío para refugiarme de aquellos latigazos y penas. Mas, siendo que aquellos judíos son sumamente malhechores, pecadores contra Dios, teniendo relaciones íntimas con no judías, y con mujeres en menstruación, entre muchos otros delitos, no pude meterme ni en un cuerpo de ellos, de lo impuros que eran, ellos y su ambiente, ¿Si decidía entrar en uno de ellos - para que me valía? ¡Sería correr el riesgo de contagiarme con impureza sobre impureza, daño sobre daño! Pues, me retiré de allí, y sigue vagabundeando del monte al cerro y del cerro al monte, años tras años, hasta que llegué al desierto de Judea. Allí encontré una gacela y por la grande que era mi pena me posee de ella. Eso fue después de unos siete años de penas y de una multitud de males.
El acomodarme dentro su cuerpo resultó sumamente penoso, pues el alma humana y el alma animal no son iguales, una anda recta y la otra agachada. Y además, el alma animal esta llena de impurezas, es repugnante y hedionda, su olor molesta al alma humana. Y eso también, que su comida no es la del hombre. Por añadidura, me molestaba el embrión que llevaba en su vientre. La gacela, de su parte, sufría mucho, tres almas que no soportan vivir junto, se le infló el vientre, por culpa de mi alma, y corriendo con gran pena entre montes y rocas se le reventó la panza y cayo muerta.
Salí entonces de ahí y me acerque a una de estas ciudades aquí, en Tierra de Israel, y me apoderé del cuerpo de un Cohen, judío. ¿Qué hizo? Llamó a unos santones y religiosos ismaelitas, y de tantas evocaciones que hicieron a los espíritus impuros, además de los talismanes que colgaron en mi garganta, no pude soportar más y tuve que salir de ahí”.
Se apresuró el rabí a decirle: “Ah, pues ¿ya estas convencido de la potencia de esos espíritus impuros en dañar o en curar con su voluntad?
“¡Nada de eso! Pues, de tantos espíritus impuros que lograron a poner aquellos santones con sus conjuros en el cuerpo del Cohen, tenía miedo que me iban a contagiar, y no pude soportarles. De repente me escapé de ahí y me fui a Safét, ojalá Dios vuelva pronto a reconstruirla, y me adentré en el cuerpo de esa mujer, y aquí sigo sufriendo en los últimos veinticinco años.”
Le dijo el rabino: “¿hasta cuando permanecerás en esta pena? ¿No tienes ninguna salvación?”
Le respondió: “hasta que morirán los mamzerím que les di vida, pues que todo el tiempo que esos viven y existen – ¡no tengo otro remedio!”
Todo el gentío que se acumuló ahí, toda una multitud de gente, lloraron todos en gran llanto. Estremecidos por la magnitud del miedo que se apoderó de ellos, por razón de todo aquel asunto, hicieron en toda la ciudad una penitencia impresionante.
Siguió el rabino y dijo: “¡Dime! ¿Quién te permitió entrar en el cuerpo de esta mujer?” Respondió el espíritu: “Pues, pernocté una noche en su casa. Al amanecer se levanto esta mujer y corrió a prender el fuego (frotando) una piedra con un hierro, y sin embargo, el helecho no quería captar las chispas. Mucho insistió y todo en vano. Con mucha rabia lanzó la piedra y el hierro al suelo diciendo: ´¡Vete al diablo!´ Pues al pronunciar estas palabras diabólicas pude poseerla, los propios ángeles destructores me lo permitieron.”
Se asombró el rabino: “¿Solo por este delito de ella te concedieron el permiso de apoderarte de ella?”
Contestó el espíritu: “No, es que su apariencia inocente, exterior, confunde mucho... ¡Ella se atrevió a dudar la veracidad del éxodo de Egipto! En la noche de Pesaj (=La Pascua), cuando todo el pueblo de Israel están en regocijo, canturreando alabanzas, y narrando las peripecias de la salida de Egipto, esta mujer cree que es todo una vanidad, meramente un chiste, puro pasatiempo. Entreteniendo en su corazón que, ¡nunca jamás ocurrió un milagro semejante!”
En aquel instante investigó el rabino a la mujer: “¿Cree Vd. con fe completa que él Santo Bendito Él creó los cielos y la tierra? ¿qué puede hacer todo lo que desea? ¿qué no existe quién le diga qué haces?”
“¡Definitivamente! ¡Creo en todo!”
Siguió aún preguntando: “¿Cree Vd. que además que el Santo Bendito Él nos sacó de Egipto, también rasgó el mar para nosotros?”
“¡Sí!”
Añadió el rabino: ¿Cree Vd. en todo eso con fe completa y hace penitencia y se arrepiente por todo lo anterior?”
“¡Sí!” admitió, saltándole las lágrimas.
En aquel instante decretó nuestro maestro rabino, rabí Jayyím Vital a aquel espíritu, y advirtió con anatemas prohibiéndole emerger por cualquier miembro, sino que por el meñique del pie izquierdo. Sabido es, que por donde emerge el espíritu, aquel miembro se estropea, se pierde definitivamente. Y además, utilizó el rabino las meditaciones mántricas que le entregó su maestro. No tardó el meñique en inflarse como un nabo. De ahí salió y levantó el vuelo.
Pasando tiempo volvió el fantasma a aparecer en las ventanas de la casa y a asustar a aquella mujer. Volvieron los familiares de esta última y se presentaron frente el rabino. Este se apresuró a mandar a su discípulo, el ya mencionado rabí Jayyím Vital, para escudriñar la mezuzá (que contiene un pergamino, escrito a mano, protector de la casa) a ver si se mantuvo kosher o no. ¡No encontró ninguna mezuza!. Ordenó el rabino de clavar una mezuza en la entrada y pronto fue obedecido. Pues, sí, de aquel día adelante nunca jamás volvió a aparecer dicho espíritu.
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