Saturday 18 July 2009

Capítulo 11
LOS DEMONIOS Y LA HIJA
DE LA TIA MERCADA

La Sra. Perla no tener y satisfacciones de su hijo. Hace años que se fue. Su camino lo llevó, como a muchos de sus camaradas jóvenes, a Marsella, Lion, y de allí a París. Era de buen natural y sentía verdadero amor por sus padres, pero la pobreza y la guerra lo obligaron a abandonar prematuramente la escuela y salir a trabajar. Al no encontrar trabajo voló lejos del nido para no regresar jamás. Al principio solía escribir seguido. En las fotos lucía un traje color castaño y sombrero de paja, a veces mirando desde cabina la de piloto pintada sobre el telón de un fotógrafo callejero, y otras al pie de la torre Eiffel. Poco a poco las cartas fueron raleando. Después vino la gran guerra, y fue hecho prisionero en línea Maginot. Como se hizo pasar por turco musulmán, no lo mataron. Flaco como un esqueleto regresó a París. Después de un prolongado silencio de dos años sus cartas vuelven a llegar: "que su mujer e hijos son católicos lo sabemos - comentan sus hermanas, Rajel y Oro - pero se hubo convertido El mismo?" De las cartas es imposible sonsacar nada. La tía Rajel raspa cuidadosamente de la foto la cruz que luce al cuello su hija Caterine, y solo después la devuelve a Oro. ¨Para que entristecer a la anciana? ¨Que consuelo es, para su vejez, una nieta que luce una cruz?
Perla se consuela pensando que de las entrañas de su hermana, Mercada, haya salido un hijo de grandes dotes, que honra a la familia. La tía Mercada, que es viuda desde hace muchos años, vive en el barrio de Karatash con sus dos hijas, Zinbul, casada, y Esther, doncella, junto a la casa de altos de Marco, su hijo mayor, la esperanza de la familia. Cuánto se afanó Mercada horneando por las noches empanadas borekas para vender, hasta que vio a Marco finalizando con éxito sus estudios. Comenzó su carrera de jovencito, en una gran tienda de ropa hecha de hombre. Con ahínco, constancia y talento fue ascendiendo hasta llegar a ser uno de los socios del establecimiento. Durante un tiempo vivió despilfarrando, gozando a manos llenas de los deleites de la ciudad, y hay quien dice que incluso había puesto el ojo en una conocida bailarina de club nocturno. Hasta que llegó el Varlik, el impuesto especial para los no-musulmanes - fue en la época en que el Alemán marchaba de triunfo en triunfo hasta llegar a las puertas mismas de nuestra ciudad - y Marco cayó de las alturas al polvo. Pero Dios, que azota con la diestra, cura y venda con la siniestra, y al igual que muchos de sus colegas comerciantes volvió a erguir su talla pasada la tormenta. Como tantos otros casos de judíos que antes de la guerra se alejaron de la sinagoga y volvieron a llenarlas pasado el conflicto, así el tío Marco tornó al buen camino y comenzó a dedicar su energía a las cosas santas. Asociaciones de filantropía le piden su colaboración, y el accede gustosamente. Marco crece en honores. Sus trajes claros est n impecablemente hechos, impresionantes en su belleza, y en su casa nada falta, sin mal de ojo. Como cumbre de su exitosa carrera vienen los ricos y poderosos del barrio y le ofrecen ser uno de los directores de "Beit Israel", la más moderna y lujosa de las sinagogas de la comunidad. Ultimamente le hicieron lugar en -los selectos de la más antigua de las instituciones comunitarias, la Asociación Mortuoria fundada por el Rabino Yosef Escapa, de santa memoria, Salonicense insigne, padre y renovador de la santa comunidad de nuestra ciudad. Verdad que la Asociación conserva muy poco de su antiguo lustre y poder, y como todo el resto no es sino la sombra de los que fue antes de las últimas guerras, pero todavía el hecho de ser aceptado entre sus socios es considerado un honor. En momentos de gracia, la dice la abuela Perla a David: "ya ves, los esfuerzos de ese tío tuyo merecieron recompensa. Que te sirva de ejemplo...Ojalá el Señor prolongue mis anos y pueda ver en ti un poco de bendición..."
Una hermosa costumbre adoptó el tío Marcos, El Limud ("El Estudio") para exaltar el alma de su difunto padre, que solía llevar a cabo en forma modesta en el mes de Elul de cada año, lo combina con la ceremonia de penitencia por los muertos en pecado que realiza la Asociación Mortuoria de su barrio y así honra, en su propia casa y con una opípara comida, ambos preceptos, para gloria y placer de ambos mundos. Sus colegas directores y un grupo de personas conspicuas y selectas rodean la mesa. Entre ellos, majestuosa y muy peripuesta, luciendo su única toca de terciopelo con un alfiler de perla falsa, su tía Perla, temerosa de Dios y respetuosa de todas las cosas santas. Después de la comida envían a los niños, David entre ellos, a dormir a los cuartos de la anciana tía Mercada, y en la casa de Marco da comienzo una larga velada de lectura de capítulos del Zohar y placenteros cánticos. La señora Perla, sonrojadas las mejillas y emocionada, disfruta de la hospitalidad de su sobrino y aspira a pulmón lleno el aire de prosperidad social rebosante de espiritualidad beata y solaz religioso. Hacia esta costa bogaron sus aspiraciones toda su vida. Es una pena que sus yernos, los maridos de sus hijos, como también su hijo Bojor, hayan salido despojados de terrenas riquezas y pobres en religiosidad. Un poco de rezo, una pizca de Salmos, y pare de contar. Sumidos todos en la secularidad de la angustia económica, quien mas y quien menos. Cada vez que da en pensar en ello se arranca un suspiro de sus entrañas, y la envuelve un fino velo de tristeza.
En el piso de bajo de la casa de Marco se ha tendido una mesa con blanco mantel, que cae a los costados. Como la alfombra mágica de la película "El ladrón de Bagdad", el mantel soporta un surtido confuso de platos, aperitivos, relucientes copas, fuentes de frutas y servilletas que aun se conservan inmaculadas. Las bocas sorber n, masticaran enérgica y ruidosamente, las manos se afanaran. Los sedientos gargueros se hartaran, y las servilletas serán arrojadas a los costados, arrugadas y llenas de manchas. Así es en la casa de Marco, donde el éxito material y la bendición celeste tienen su asiento. Dios desea el bien de ese tío y le otorga ambas cosas. A otros no les da ni una cosa ni la otra. Así es.
Junto a la abuela Perla esta sentado David y a los comensales dedicados a la conversación y a la trituración de alimentos. Como no se ve ninguna expresión doliente, siendo este el aniversario del fallecimiento del padre del tío Marco? Al contrario, todos están alegres y nadie presta atención al finado, que contempla con adusta mirada a su familia. El los dejo de este lado de la cortina opaca, y los aguarda del otro lado, a que se reúnan con el llegado el día. En los días de "estudio", aniversario de su fallecimiento, los viene a visitar y espera verlos honrando su memoria, y lo que encuentra es un banquete. Y que dice de la hija de su vejez, Esterica, que luce un vestido rojo, muy estrecho y de profundo escote, y de vez en cuando estalla en una extraña risa, hasta que todas sus carnes parecen a punto de volcarse hacia afuera. La mama de David suele decir: "rojo no es color para judíos". Solo gitanos y tamboreros tártaros visten esos colores. ¨Como se le permite engalanarse así, y todavía en una cena mortuoria?"
- Come, Davico - le dice la tía Mercada, divertida -. Estas sonando en vez de comer. ¨No te gusta la comida, o estas enamorado y perdiste el apetito?
- No, no...es decir, si, si, ya como - responde David y despierta de sus cavilaciones.
David prueba de lo que tiene delante y lo que la abuela agrega al palto, pero pone cuidado en no masticar groseramente para que no lo tomen por glotón. Gracias a sus buenos modales esta aquí. Compañero de la abuela Perla, la esperanza de su vejez, consuelo de su viudez. De todos los hermanos, lo elige a el para el viaje a Karatash. Juntos visten sus mejores ropas para el viaje en el pintoresco y sonante tranvía, hasta la casa de la tía Mercada.
En este barrio situado a orillas del mar, no como en la vieja judería, las casas hablan en otro lenguaje, jactancioso y solemne. "No hay aquí calles estrechas, ni vericuetos, visitadas por hediondos camellos o asnos con su estela de bosta. No se ven mendigos, por ley, y carros con ruedas de hierro no se atreverían siquiera a turbar la paz del vecindario. No se ven enjambres de arrapiezos de narices chorreantes, que orinan debajo de las ventanas y echan los dados a la sombra de las casas. Tapices con dibujos de gacelas al borde del agua ornan nuestras paredes, búcaros con flores sobre las mesas, edificios estrechos y esbeltos, sin cuevas para ratones y escondites para los insectos. Nuestras terrazas son amplias y se abren al paisaje y entre casa y casa el aire de mar juguetea con las copas de los arboles. Un sol suave nos mima. En nuestros umbrales se desparratan gatos con cintas azules y perros blancos lanudos. Aquí todos los días son como Sábado o fiesta. No como en vuestro mísero barrio".
David estira la mano hacia un botellon de cristal y escancia en su copa. Nadie le presta atención. De pronto su boca se enciende en una pavorosa llama y su rostro empieza a sudar por todos los poros. Se siente a morir de vergüenza.
- No viste que es aguardiente - le regaña Perla, mientras le enjuga con una servilleta el rostro y la boca, y se disculpa por lo que ensucio el blanco mantel.
- El chico est cansado Perla - la calma su hermana. Es mejor que lo lleves a dormir. Ya le prepare un lugar junto a la ventana.
- Y tu, Mercada, no te demores y ven conmigo. Tenemos que conversar.
- Vete con David. Yo ya los sigo.

Opulentas y altaneras y derramando seguridad son las casas durante el día, a luz del sol. Pero al caer la oscuridad se revela su vergüenza. Temen la noche, igual que las destartaladas casas de la judería, o tal vez m s. La judería se aferra a una suave ladera y hay gente viviendo en torno suyo, criaturas humanas de húmedo aliento, carne c lida y ojos buenos, en tanto que aquí las casas se encuentran entre el martillo y el yunque. Expuestas a la maldad de corazón de los dañinos de la montaña, que se alza cuan empinado muro, y a la burla traviesa de los geniecillos del mar que lame la ribera del barrio. Estos suben por un lado y aquellos bajan por el otro, y toda la zona es la pista de juego de los dos grupos rivales de demonios.
Mucho tiempo se secretearon las dos ancianas hermanas. Mercada habla mucho, Perla poco, Mercada est preocupada y necesita la ayuda y la comprensión de su hermana mayor, mas experimentada. Marce, Dios sea loado, le da satisfacciones y ve la bendición en todas sus obras. Zinbul, la intermedia, es afortunada en todo lo relativo al sustento y los hijos, y si no fuera por la inclinación a la bebida de su marido Jaco, no la habría m s feliz en la tierra. Pero la pequeña, Esterica, es una herida abierta en el corazón de la madre, una herida sangrante, vergonzosa.
Ocurrió hace dos semanas, a medianoche. Desde las alturas rodaban los truenos y la tierra respondía en un eco. Estremeciese la casa, vibraron los espejos, temblaron las celosías. Desde arriba precipitabanse las piedras con un tremendo estallido. Planian mujeres y niños, presas del pánico. Aquí, a pocos tramos de la ventana, se detuvo una enorme roca. En el impulso, partió el muro que rodea el jardín. "Fue un milagro del cielo que la roca no aplasto nuestra casa. Creíamos que el corazón se nos escapaba del cuerpo, de tanto pavor".
- Y no sentisteis nada desde el anochecer - se interesa Perla - no hubo una advertencia.
- ¨A quien se le podía ocurrir? La montaña esta allí desde siempre. Es verdad que de tanto en tanto caen piedras, pero que semejantes rocas se precipiten desde arriba...eso no lo esperaba nadie.
- Es lo que me temía - comenta Perla en tono reflexivo y todo lo que hubo antes...no digo las piedras, sino esas cosas en la cocina...las huellas, los cacharros quebrados, todo lo que me contaste antes...
- Fue una noche de milagros - vuelve Mercada a ese temblor de tierra - ­Creiamos que era un terremoto como ese de después de la guerra. Parecía que el techo se vendría abajo...Una piedra, redonda y enorme, quedo atrapada en la boca del pozo y rompió el brocal, y esa otra tan grande llego hasta mi propia ventana, y allí se detuvo.
- Si, no cabe duda que fue un milagro. Bien hiciste en llevar aceite a la sinagoga a la día siguiente, pero no se puede confiar en que se repita.
- También quisiera que hagas algo por mi, es decir, por Esther...Sabes que, desgraciadamente, me cuesta mucho viajar a la ciudad...
- Pierde cuidado. Averiguare y te diré todo lo que hace falta.
Confía en mi.
- En ti confío, Perla. ¨En quien, sino, ante quien me desahogare?
- Yo haré lo que corresponda. Y Vds. no se den descanso, sigan
interesándose. No es posible que no se encuentre un soltero adecuado, un hombre de bien.
- Crees tu que duerme por las noches? Y el querido Marco deja de lado todas sus ocupaciones y recorre la ciudad de punta a punta. No queda puerta a la que no hayamos golpeado.
- ¨Y nada resulto de todo eso?
- Ahora se habla de un joven docto que Marco conoció, muy pobre, pero honrado, de la yeshiva del jajam David Askenazi...Veremos que sale...ella no quiere saber nada.
- ¨Quien es? Conozco su familia? - pide Perla mas y mas detalles.
Las dos ancianas se desahogan. Mercada se aflige por las trastadas de su hija menor y la lista de Perla, a quien todo le importa y para todo tiene consejos, pese a que últimamente su estrella se ha empanado un tanto.
Grave es el mal que afecta a Esterica. Ya han gastado una fortuna en médicos y medicinas. Consultaron a conjuradores y siguieron sus consejos, pero no hay cura. Suspira la familia entera, se avergüenza, y no se ve el bálsamo para la extraña enfermedad de la hija menor, temperamental y rebelde.
Si los espíritus de las montañas abundan en diabluras y entran en la casa de la tía Mercada para sacar de quicio a Esterica y llenarla de pavor, ello no significa que los dañinos subterráneos lo contemplan todo desde de la costa sin meter baza. De ninguna manera. Todos los judíos residentes en Bajri-Baba, Alsanchak y Karatash han probado en carne propia a esos malignos que con la oscuridad suben desde las profundidades del mar y no regresan sino con el canto del gallo. Los demonios del monte se especializan en arrojar piedras, empujar personas y objetos dentro de pozos abiertos, arruinar cocidos, llenar de barro y tierra los pisos. Dejan huellas de patas de gallo, que se ven claramente en la arena. En cambio, se caracterizan los geniecillos del mar por provocar corrientes de aire y hacer barrabasadas de todo tipo. Se ríen, emiten voces de borrachos, rasgan vestidos de mujer dentro de los armarios, echan mano a viejas y jóvenes para palparlas y los hay tan osados que revisten formas de negros o marinos borrachos y se meten entre las sabanas hasta que las mujeres despiertan con gran pánico...Todo eso, y mas que eso, le están haciendo a Esterica. Suben desde el reino del mar, de las grutas de mármol y bronce del fondo del mar, donde yacen los corales y las perlas. Tienen un rey y una reina con tridentes de oro y los delfines les sirven de perros falderos. Las hembras se echan sobre los hombres, para tentarlos, y los machos se la toman con la pobrecita Esterica, tan golpeada por la suerte, para sacarla de quicio.
Su grito horada la maraña de sueños de David. Se despierta y mira. Una oscuridad del mal aguero se desliza sobre desnudos pies de niebla entre la ventana y la montaña iracunda. Esta noche, si llegan a caer piedras, lo destrozar n todo, aplastaran vidas en su carrera hacia el mar. Fue el grito de las rocas sufrientes, afectadas por el vértigo de altura, lo que lo despertó? El jardín y los arboles le responden con estremecimiento de ramas, con el susurro de hojas temerosas. Pasos sobre el piso, y una lampara que atraviesa puertas que se abren y cierran arrojando estremecidas sombras sobre las paredes. Y gemidos ahogados. La voz implorante de la tía Mercada. Palabras, repiqueteo de pies. Quien pudiera traer la mañana. Quien me diera la luz. Un carraspeado obstinado y alguien que tose, o así parece, mas allí de las paredes, siempre que se trate de un hombre y de una tos humana. Y el regreso a la espesura del bosque. "Duerme, David, cálmate, no falta mucho para la mañana, cierra los ojos, no preguntes...shhh, no es nada, duérmete, nada paso..."
Los días de verano son días de gracia para los niños. Los niños pobres, para quienes el invierno es una tortura que les amarga la vida, se alegran con la llegada de los días soleados mas que los otros. La atmósfera de fin de ano se hace sentir en la escuela. En el amplio patio, los niños se revuelcan y luchan, ganan y pierden, conciertan alianzas y las rompen, se unen a las bandas o son expulsados. David disfruta de las diversiones de la tarde. El sol tarda en ponerse y hay tiempo de sobra para visitar a los amigos y embarcarse en conversaciones. A veces se junta con el negro Salomo que es un alma afín y habitante del tío, es decir, como de la familia, o con Vitali, el de los embustes, hijo del pescadero. Su conversación es grata y no es pendenciero. Por eso David y Salomo lo aceptan, aunque no sea del mismo patio.
Estando los tres juntos se animan a entrar al cine continuado "Asri" en la calle Ergat Bazar. Por la misma entrada se puede ver una película varias veces, y en ocasiones, dos películas o mas. La sala oscura es el imán para todos los desocupados del barrio, chicas vocingleras y muchos que no estudian ni trabajan. También las mujeres del barrio van a veces en grupos de dos o tres, con su cesto de compras, para disfrutar de una hora de robada paz, al amparo de la oscuridad y de las voces e imágenes de la pantalla. Los vendedores de semillas y helados recorren los pasillos y ofrecen su mercancía en torno salmodeante. Al sentarse se pelean con los vecinos de banco y cuando aparece un desconocido que trata de palparles o inicia una conversación soez, se levantan y cambian de asiento, pasando de la galería a la platea o de los asientos del frente a los últimos de la sala. Cuando finalmente salen un viento fresco les azota las mejillas y la intensidad de la luz los hace lagrimear. En ese cine David aprendió a amar a María Montez, la mas hermosa de las heroínas. También Vitali y Salomo aman a María Montez, y no es de extrañar que todas las niñas y muchachas del barrio parezcan poca cosa en comparación. Se habla de las mujeres y lo que se hace con ellas solo en tono de burla. No hay otra manera. Y en lo mas intimo David compadece a su hermana Rivka. Es una pena que la suerte se haya enseñado con ella haciéndola hembra. Es digna de lastima, pobrecilla.
Vitali y Salomo, en cuya casa no hay abuela Perla que los envíe a rezar, van mucho al cine y pasean a su antojo por los mercados. Es mucho lo que saben. Siempre sorprenden a David con su información. Vitali, que tiene ojos verdes y al hablar agita los brazos y tuerce la cara mas de lo necesario, somete con frecuencia a David a examen y le propone adivinanzas. Ambos se encuentran junto al comercio de cigarrillos y bebidas de Osman. David no tiene mas remedio que permanecer rígido, como si le hubieran plantado en el lugar, y responder a las embarazosas preguntas de su amigo:
- Dime, si lo sabes, ¨por que lado se sube el hombre a la mujer?
- ¨Que? ¨Por que gritas así? - dice David, mientras mira alarmado a su alrededor para ver si alguien escucha. ¨Como se le ocurre a este imbécil hablar sobre esas cosas en la proximidad de su casa?
- Estoy esperando tu respuesta.
- Lo se, claro que lo se.
- Bueno, escuchemos, sonríe felinamente Vitali, mientras contorsiona su cuerpo elástico. No tiene ningún reparo en decir lo que se le antoja, dichoso de el.
- ¨¿Crees que no se? No nací ayer. Yo se toda clase de cosas que tu ni lo sonaste siquiera. ¨¿Escuchaste de una oveja de dos cabezas que expusieron en la feria? ¿La viste?
- Déjate de tonterías - lo interrumpe su camarada, burlón - ¨Quien habla de animales? ¨Por donde mete el hombre la verga a su mujer? Ahora, ¿entiendes la pregunta?
- Por atrás...así escuche...alguien en la escuela...- balbucea David, mientras el sonrojo y la cólera le suben a la cara. Precisamente en nuestra calle tenemos que hablar de eso, allí donde todas esas viejas sentadas junto a las casas lo conocen, hasta las ciegas. Lo único que falta es que alguien de la familia pase por allí.
- ¨Por donde, dijiste? - alza la voz, triunfante, Vitali.
- Cállate, baja la voz, ¿quieres que me maten en mi casa?
- Sabia que dirías así, ja, ja - el goce de ese canalla es completo - ¿Creías que era como con los perros y los gatos, eh?
- Esto es lo que te dije - trata David de defenderse - pregúntale a cualquiera...y en general, ¿de donde lo sabes tu?
- Lo se...y basta. ¿Te lo digo?
- Bueno, dilo de una vez - dice David, asqueado de todo el asunto, al que desea poner fin.
- Por adelante, por el agujero entre las piernas. ¨Lo creías?
- ¨Que? - dice David - como puede ser?
- Y eso no es todo...también los niños salen de allí.
- Ya estas exagerando...¿sabes? - dice David, perdiendo la paciencia - si el lugar es tan chico, un bebe no puede pasar por allí de ninguna manera.
- ¿Como lo sabes? - vuelve a infundir Vitali burla en su voz - ¿Lo viste?
- Te asombrar s, pero lo comprobé. La hermana de Salomo se bajo los calzones y le vi todo.
- Veremos lo que dice Salomo cuando le cuente que desnudaste a su hermana. Te degollara .
- Shhh, no grites...Te dije que fue ella la que vino a casa y propuso que nos veamos.
- Muy bien, eso significa que ¿tu también te desnudaste, eh? ¿Por que no lo cuentas todo?
- No, yo no me desnude. Justo en ese momento golpearon a la
puerta.
- Cuéntaselo a tu abuela. Yo no me trago esas mentiras - lo desafía Vitali.
- Yo no soy mentiroso, y en general, todo lo que tu me contaste, es mentira. Todos saben que eres un embustero y que tu padre no tiene siquiera un fusil. Caza ratones con la escoba dentro de la casa.
- Vete al demonio....Pobre de ti si pasas por mi calle. Lindo negocio. Uno le abre los ojos a este imbécil, le instruye, y en vez de agradecerlo le hace toda clase de acusaciones estúpidas.
- Tu...yo contigo termine. Y si llegas a delatarme, ya veras lo que le cuento a tu papa - se aleja David, colérico de su amigo. Se reprocha haber entablado conversación con ese holgazán, con ese charlatán, con ese embustero que no merece ser su amigo.
Jaco, el yerno de la tía Mercada, es un hombre de pelo rizado, fornido cuerpo y pelambre en las manos. Vende telas al por mayor a los talleres de costura y al menudeo a los campesinos, especialmente a los que llegan a la ciudad los domingos y gastan el dinero a diestra y siniestra. Todos los engañan. Torpes y pintorescamente vestidos, andan por la ciudad como osos en la multitud. Sus mujeres se arrastran tras ellos, cargando los paquetes. Todos los días de la semana Jaco trata con comerciantes y tenderos y los domingos los dedica al comercio con los campesinos. Quien tiene trato con los campesinos sale ganancioso. Después de un fructífero día entre sus amigos, los osos, Jaco entra, de paso para Karatash, a la casa de Erma Perla.
Como la anciana no est en la casa Jaco conversa un poco con los padres de David. Encuentra a Oro hirviendo café para su marido, Shemuel, quien también dio fin a un fatigoso día de mercado. David presta oído a los relatos sobre lo que pasa en el mercado. En su opinión, hay dos sitios en los que desarrollan sucesos llenos de vida e interés: el patio grande y el mercado. Todo el resto est ý sumido en el reino de la sombra, desvaído y marginal, metido en los recovecos y oculto a las miradas. Jaco no tiene demasiado amor por su cuñado Marco. Yo gano y gasto, como y cuando quiero beber, bebo. Nada oculto, así soy. Pero ese Marco no estudio, no concurrió a las escuelas rabínicas, toda esa devoción y actividad sinagogal no son sino pretenciosa aparatosidad, trucos para satisfacer su vanidad. En su opinión, Marco tienenla culpa por la situación de Esther. Ese empeño por casarla con un hombre docto es una locura. Cuantos hay en la ciudad? Aquí un mendigo, allí ý un cojo. Yo ya lo dije al comienzo mismo, cuando empezaron los problemas. Explique que había que hacer.
Jaco describe detallada y elocuentemente la historia de su joven cuñada. En primer lugar, no sabia que mandarla a trabajar al taller aquel de Tarragan. El sabia que surgirían complicaciones. Se lo dijo a su mujer, Zinbul. Trato de explicarlo a la tía Mercada. Esther no estaba hecha para trabajar fuera de casa. Había que casarla para que se sosegara y entrara en razón. No lo quisiera escuchar. Cuando empezaron a difundirse los rumores y los chismes llegaron a sus oídos - por su frecuente trato con los sastres - de inmediato la saco de allí y la puso a ayudar a una costurera en su casa. De allí siguió rodando. Después, a su juicio demasiado tarde, la encerraron en la casa y le prohibieron salir sola. Ni al trabajo, ni siquiera a hacer las compras. No paso mucho tiempo hasta que se manifestó la locura nocturna, y su pasión por los vestidos. Por m s que se le compre, exige mas y mas, y esos escotes, que mas de una vez Marco la abofeteo por ellos. "Después empezamos a encontrar vestidos desgarrados por todos los rincones de la casa, y los gritos : le hacen cosquillas en las piernas - asegura - los malignos la quieren estrangular, la persiguen por los cuartos en el sueno y en la vela. En suma, la gran locura. Solo con el dinero derrochado en médicos, conjuradores y brujos, se le podía reunir una buena dote.
Erma Perla se va a casa de su hermana una otra vez, pide el consejo de doctos y comadres y ella y su hermana cumplen estrictamente y con unción las instrucciones, en el afán de purificar la casa de la maldición que cayo sobre la hija menor. Recogen las cenizas de los amuletos quemados para dispersarlos en la cima del monte, a fin de apaciguar a los espíritus; después las arrojan al fondo del mar para apagar la cólera de los malignos, y finalmente las entierran de madrugada, antes de la aurora, en cruz, de modo que los primeros hagan conocimiento de los últimos. En ella, en la muchacha, se cruzan los caminos de los que suben del mar y los que bajan de las montañas. Esterica es la encrucijada en el campo de la lucha y la jarana.
En vano se esfuerza Erma Perla, en vano ejecuta las peligrosas ceremonias en las cuales el menor error - Dios libre - atrae el mal a quien lo comete y quienes lo rodean. El afán de Marco de casar a Esther a un hombre docto, o por lo menos a un estudiante joven y de promesa, se frustra una y otra vez. La muchacha rechaza con asco a todos los pretendientes. Su locura, así lo aseguran todos, se agrava por momentos. Es Jaco el que pone fin a todo eso, con astucia y temeridad. Al principio, Marco no quiso ni escuchar. Se resiste a creer, pareciera que achacara a Jaco el repentino cambio. La tía Mercada y Erma Perla están próximas al soponcio, pero finalmente se rinden por falta de alternativa.
Cuando les anuncio que Esterica los estaba llevando por la nariz y se estaba viendo con un tal Alberto Cohen, se quedaron patitiesos: si est casado. Ay del dolor y ay del escándalo. Le explico que el hombre estaba en tren de divorcio y que era dable apresurar los tramites. Había que obrar con presteza si no querían después arrancarse los pelos de la cabeza por el arrepentimiento y la vergüenza. Al final de esa velada le pidieron a Jaco que hiciera el favor de correr a salvar el honor de la familia, que hiciera todo lo necesario sin demora y a toda costa. Arrastraron de los pelos a Esterica a casa de Marco y ella lo confeso todo, desde el principio hasta el fin. Después se desmayo, o fingió desmayarse, pero ellos eran incapaces de ver la diferencia, tanta era la confusión y la vergüenza.
Inmediatamente después de la boda Jaco hizo valer sus contactos y lo embarco hacia Palestina. Pasaron algunos meses y he aquí que llegan una tras otra las cartas de Esterica, leves palomas de suprema blancura: su Alberto encontró trabajo de sastre en Tel Aviv, pues es muy diestro en su oficio, y ella esta ya recuperada del difícil viaje por mar. No hay como un viaje por mar para cambiar radicalmente la suerte de una persona. Y el aire de esa Palestina, llamada también Eretz Israel, dicen que es reparador. La gente se cura allí . De cualquier manera, el aire fue muy benéfico para Esterica. No solo que su amante se enfrío y apaciguó, Dios mediante, sino que ha dado a luz a un niño, y en esa Tel Aviv, ciudad totalmente poblada por judíos, el niño entrara
ý, en buena hora, en la alianza del Patriarca Abraham.
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